El sentimiento de culpa del editor
Remordimientos y temor a lo desconocido son el pan de cada día entre los editores que han hecho su carrera pensando en el papel y en sus categorías operacionales: tiradas, inventarios, devoluciones, logística de envíos, imprentas, acabados y política de descuentos son cosa de todos los días. Y así como uno es lo que come, uno es como trabaja.
Por eso le resulta tan problemático a un editor de medios impresos convertirse en editor de medios digitales. Y si a ello le añadimos el tradicionalismo de algunos editores que además son prestigiados intelectuales, y que han fijado ya su mundo de certezas respecto al libro, la reacción ante el ascenso inevitable de los medios digitales, es lenta y cargada de culpas. Por lo menos es la impresión que me dejan las opiniones de Rafael Pérez Gay, director de Cal y Arena, sin duda una gran editorial mexicana independiente.
El modelo o entorno del libro digital está por definirse, pero ya podemos avizorar que será (ya es) multidireccional, multimediático, inestable y fugaz. Justo lo que no es el libro impreso.
¿Qué conservará del libro impreso? A mi modo de ver, dos características: 1) Seguirá siendo una unidad con peso específico (es decir, será un centro de gravedad sobre un lienzo tensado), y 2) Mantendrá a la página (o a una entidad similar) como instancia concentradora de contenidos. El tiempo lo dirá.
A las personas les cuesta más trabajo que a las empresas pasar de un estado de cosas a otro, porque la categoría operacional que define su mundo de certezas son los rendimientos a secas. Y si se acumulan los inventarios se caen los rendimientos y la empresa se pone en riesgo de desaparecer. Así de simple.
1 comentario
Dubitador -
Ha logrado que me ponga en la piel del editor, en particular el pequeño editor, y por extension del librero.