Crítica española preocupada por reto digital, alemanes por poder consorcios
via Terra
Los críticos literarios españoles parecen preocupados ante el reto que representa la revolución digital como competencia a los medios impresos, mientras que a los alemanes parece darles más dolores de cabeza el poder de los grandes consorcios editoriales.
Esa es la conclusión clave de un debate organizado anoche por el Instituto Cervantes de Berlín en el que participaron el director de 'Babelia', Guillermo Altares, la crítica Mercedes Monmany, del diario ABC, la directora de la revista alemana 'Literaturen', Sigrid Loffler, y la editora Sussane Schüssler.
El título del debate era '¿Quien decide? Crítica literaria en España y Alemania' y fue Sigrid Loffler quien intentó dar una respuesta más clara y contundente a la pregunta formulada.
Loffler planteó un escalafón de instituciones que influyen sobre el mercado del libro y puso en el último lugar de ésta a la crítica literaria por debajo de los agentes, de las editoriales y sus departamentos de marketing y de los jefes de venta de las grandes cadenas de librerías a los que les otorgó un papel clave.
Los dos participantes españoles en el debate no abordaron tan directamente la pregunta, sino que hicieron una descripción de la manera como se ha ido transformando su trabajo a través de los años.
Mercedes Monmany, que recordó que viene ejerciendo la crítica literaria desde los años 70, dijo que los dos principales cambios que ha tenido su trabajo tienen que ver con el aumento de la producción editorial -en España se publican actualmente 70.000 novedades al año- que hace más difícil tener una visión panorámica y dificulta la selección de títulos, y con el surgimiento y el desarrollo de internet.
Aunque Monmany admitió que en la red hay portales interesantes relacionados con la literatura, se mostró en general reacia a internet y sugirió que la velocidad con que se pueden encontrar informaciones anula el proceso de búsqueda tradicional que contribuía a aumentar el horizonte de los lectores.
'Tengo una hija de doce años y le tengo prohibido usar wikipedia para hacer trabajos del colegio y quiero estimularla a utilizar el soporte libro', dijo Monmany para ilustrar su actitud reacia ante el abuso de la red.
Altares no se mostró tan crítico con la revolución digital pero si manifestó su escepticismo con respecto al futuro del libro impreso frente al avance de los nuevos medios.
'La red es lo que fue la imprenta en el momento de su invención y nosotros somos como monjes copiando manuscritos a mano', dijo.
Para Sussane Schüssler, de la editorial Wagenbach, en cambio, la preocupación no tiene que ver con el futuro del libro sino con el destino de los libros de cierta calidad literaria, que muchas veces corren el peligro de pasar desapercibidos ante el aparato de mercadeo de los grandes consorcios.
'Los grandes grupos compran los mejores lugares en las librerías a través de rebajas o de anuncios en sus publicaciones', aseguró Schüssler.
El aumento de la producción de títulos es algo que también representa un problema para los alemanes.
'El tema de la explosión de títulos en Alemania es todavía más dramático que en España, aquí se publican 95.000 nuevos títulos al año', dijo Sigrid Loffler.
Sin embargo, Loffler considera que la gran mayoría de esos títulos no tienen porque preocuparle a la crítica literaria.
'Hay que empezar por descartar los libros de autoayuda, las memorias de políticos y de estrellas de televisión, los best-seller -que hacen su carrera sin necesidad de críticos- y la literatura de genero', dijo Loffler.
Lo que queda, entonces, es la literatura con aspiraciones estéticas y los ensayos de calidad.
Altares no se mostró plenamente convencido de los descartes de Loffler y dijo que eso podía valer para una revista especializada -como 'Literaturen'- pero no para un suplemento que circula con un diario como lo es 'Babelia'.
'Yo tengo que tomar en cuenta libros que son noticia aunque no me gusten y libros que tienen acogida del público. Si no, me llaman al orden', dijo Altares.
Terra Actualidad - EFE
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