Internet potencia el peso de la cultura
Ariel TorresLa nueva apuesta de LA NACION: desafío e innovación
Internet potencia el peso de la cultura
Es una plataforma ideal para el desarrollo del arte y el pensamiento; hoy la mayor librería del mundo funciona on line
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"Cultura." ¡Qué palabra pícara! Para los latinos, surge de la acción de cultivar, en el sentido de labrar, roturar. Para nosotros todavía lo es; en agricultura, por ejemplo. Pero, naturalmente, es mucho más. Impresa con solemne mayúscula, tiene ecos de rigurosa etiqueta o de inquebrantable erudición. Nada que ver con la tierra.
Pero son parientes la cultura y la agricultura. Cuando descubrimos la siembra y nos asentamos en el terruño, hace unos 10.000 años, terminamos inventando un método para registrar lo que íbamos cosechando. Nació así la escritura. La cultura existió desde siempre, pero hasta el invento sumerio no teníamos forma de escribir sobre ella ni de escribir sobre lo que se había escrito.
Porque a las palabras nadie las maneja y sus trucos son siempre significativos, cultura es también ese cultivo interior sin el cual el espíritu se va convirtiendo en baldío, se llena de cizaña. No importa qué cultivemos; no importa si es de etiqueta en la Scala o descalzos en Woodstock. "Cultivarse" es sembrar y cosechar el espíritu. La cultura es, simplemente, una forma de la felicidad.
Por eso, no importa qué cultivemos. Todo cultivo es un buen cultivo. Hasta cultivar malezas; un día alguien descubre que ese yuyo es cardamomo, coriandro o la invencible menta.
No es cosa de qué. Es cosa de cómo. Es cosa de actitud. Aquél querrá un jardín de especias; otro buscará las flores raras, y más allá habrá uno que, de tan paciente, apueste a los árboles.
No hay cultura sin cultivo, y por eso usamos todavía la misma palabra.
Decía Cicerón que para ser felices sólo necesitamos una biblioteca y un jardín. Añadiré, don Marco Tulio, una computadora conectada con Internet.
Consignada como apóstata de los libros, y tal vez su verdugo, la Red ha hecho más por la cultura que todos los que, oportunamente, se rasgaron las vestiduras ante la llegada de esa hidra ingobernada e ingobernable, difusa, global, insidiosa, persistente, ubicua, invasiva, polimorfa, inquieta e irreverente. Es decir, como toda revolución cultural.
Muchos han querido enfrentar los libros con Internet, pero Internet es una extensión de la biblioteca de Cicerón. Nos han dicho que Internet estraga el arte como una plaga y, sin embargo, hoy, decenas de miles de artistas tienen la posibilidad de llegar a su público sin pagar costosos peajes y de crear nuevas formas de arte.
Debate
Acusaron a la Red y a la computadora de deshumanizar, pero hoy millones de seres humanos encuentran que las estremecedoras noches urbanas son menos solitarias cuando se abre una ventanita de chat, o que sus dolencias son menos insoportables (o que acaso tienen una cura) cuando en un foro miles de amigos virtuales responden con consejos y apoyo desde las esquinas más insólitas del mundo. Un mundo más pequeño y, por lo tanto, más vasto.
No vieron, los mordaces críticos de la computadora e Internet, que una civilización que no ha dejado de hacer cultura desde el vamos, que hizo cultura la primera vez que eligió piedras de colores para adornarse y decidió enterrar a sus muertos, que hizo cultura a cada paso, desde la Puerta de Adriano hasta la oportunamente mortificada torre Eiffel, desde Giza hasta Björk, no vieron que una civilización cuyo reflejo en la eternidad es precisamente la cultura no iba a crear un monstruo cibernético que devoraría el pensamiento y la sensibilidad. Por el contrario.
Internet es el resultado de nuestra vocación cultural. Lejos de asesinar el espíritu, se ha vuelto su multiplicador. Ha recreado paradigmas intelectuales e inventado otros; ha abierto nuevos caminos para nuestro irrefrenable ímpetu de escribir, pensar, pintar, bailar, componer, filmar, fotografiar, interpretar, ser lo que somos. Nuevos caminos. Digamos que nuevos surcos.
Publicar un blog, por ejemplo, y que lo lea medio millón de personas por día; enviar un SMS más perdurable que el bronce, diría hoy Horacio. La inteligencia colectiva. La censura arrinconada y a punto de ceder.
¿Qué enemistad puede haber entre Internet y la cultura, si la mayor librería del planeta es Amazon ( www.amazon.com ) y Google está escaneando libros sin cesar ( http://books.google.com ).
¿Qué animadversión puede haber incluso entre las formas más clásicas de la cultura e Internet, cuando una de las más extraordinarias fuentes filológicas sobre la antigüedad es el sitio del proyecto Perseo, de la Universidad de Tufts ( www.perseus.tufts.edu ), cuando Yale coloca en línea imágenes de las páginas de libros raros ( www.library.yale.edu/beinecke ); cuando el proyecto Gutenberg ( www.gutenberg.org ) ofrece 20.000 libros en formato de texto o cuando un renombrado experto en tecnología web pone un delicioso sitio sobre libros antiguos en www.fromoldbooks.org . Y me quedan Flickr ( www.flickr.com ), YouTube ( www.youtube.com ), MySpace ( www.myspace.com ) y, claro está, Wikipedia ( www.wikipedia.org ), la enciclopedia probabilística escrita y editada por el resto de nosotros.
¿Qué podemos echarle en cara a la tecnología moderna, cuando el hábito del e-mail nos hace epistolares a diario; cuando escribimos más cartas hoy que en cualquier otra época de la historia.
Así que aquí estamos, en medio de una de las mayores revoluciones culturales de todos los tiempos. Si la imprenta de Maguncia fue protagonista del más reciente de estos cambios mundiales, la computadora e Internet son las estrellas del actual, del que estamos viviendo. Y ambas son cultura. ¿Por qué? Porque no podemos evitarlo. No podemos sino ser seres culturales.
Está en nuestro ADN.
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